PEQUEÑOS PROPÓSITOS
Un día sin periódicos es un día extraño, como un jet-lag de los de antes. Con las uvas nos tragamos algunos malos rollos y hacemos el propósito de cumplir los buenos propósitos de Año Nuevo, al menos uno de ellos. Al empezar 2007 sólo hice uno, pequeño, eso sí, (los grandes, como dejar de fumar ya pasaron a la historia), que consistía en recoger del suelo cualquier cosa ínfima que en otras ocasiones, por desidia o vulgar vagancia, habría dejado donde estaba, como una horquilla, un clip, el lacito desprendido de una camiseta interior, un imperdible, la pluma blanca de un pájaro (que dicen que trae buena suerte), un céntimo, una pinza de tender la ropa del vecino de arriba, cosas así. Un día, un año después de morir mi abuela, encontré un alfiler junto a la lavadora. Iba descalza, a pesar de las continuas advertencias de mi madre, que suele decirme que puedo pisar un alfiler (cosa que, por otro lado, nunca ha sucedido). Recogí el alfiler y lo prendí en uno de los puños de mi chaqueta de estar por casa, porque no sabía dónde dejarlo. Luego, al quitarme la chaqueta me pinché en la mano. Me acordé de mi abuela. En uno de sus últimos ingresos hospitalarios descubrieron una cosa rara en la radiografía de tórax: claramente se veía un alfiler clavado cerca de su pulmón izquierdo. Guardé el alfiler en la caja de la labor, en su sitio. Me di cuenta de que con las pequeñas cosas que iba poniendo en su sitio estaba tejiendo algo, una malla o una redecilla quizás, o una red bajo el trapecio. Con el 2008 hice el pequeño propósito de no mirarme tanto en los espejos. Entraba en el ascensor, forrado de espejos, y miraba directamente al suelo, y evitaba sentarme frente a mi reflejo durante las comidas en un restaurante, por ejemplo, o evitaba girar la cabeza para verme de cuerpo entero en la luna de un escaparate. Quería mirarme en los ojos de los demás, y descubrí cosas bastantes feas sobre mí misma (qué le vamos a hacer), y también descubrí lo buenas que eran las personas que se empeñeban en seguir queriéndome. Mi sobrina dice que soy una gruñona. Lo dice con la alegría de una niña de ocho años. Sé que soy su tía preferida. Para este 2009 me propongo gruñir menos, que tanto morgonear es un aburrimiento, la verdad. Y puede que en primavera, o cuando llegue el Año Nuevo chino, me atreva con algo de verdad importante.
Heraldo de Aragón (2-1-2009)
4 comentarios
casta diva -
besos de ausencia
Jorge -
Seguimos entonces comunicados.
Un abrazo desde Buenos Aires en su cumbre mercurial de enero.
Samuel -
Samuel
mercedes -