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Cristina Grande

EL INCIDENTE

 

Hace años que dejé de poner maíz en las ensaladas. No es que no me gustara, pero ya se hablaba entonces de los peligros para la salud humana de los productos manipulados genéticamente. Cuando vi “El incidente”, de M. Night Shyamalan, pensé inmediatamente en mi primo Carmelo. Una vez me habló del panizo que cultivaba en Valmaría, al pie de la sierra de Lanaja. Era un maíz inmune al taladro (un gusano que se aloja en el zuncho de la mazorca y la destruye). No había taladro, efectivamente, pero vio sin embargo una araña roja, una sola, que le picó en un brazo y le dolió durante días. Nos gustaba la ciencia ficción porque intuíamos que en la fantasía de aquellas historias se alojaba una verdad inquietante. En “El incidente” las plantas se rebelan contra los humanos y consiguen, mecidas por el viento, propagar una sustancia que hace que todo el mundo se suicide en masa. Es un agricultor, precisamente, quien se da cuenta del origen del terrible fenómeno. La gente abandona las ciudades, huyendo del asfalto, sin sospechar que en el campo, en medio de la Naturaleza, encontrará su muerte. Pero siempre hay alguien que se salva, aunque la película no acabe del todo de bien. Actualmente, en Aragón hay treinta mil hectáreas de transgénicos, según le oí decir a uno de los manifestantes que salieron a la calle para defender la agricultura ecológica. Por el tono de voz del agricultor deduzco que eso es una barbaridad, y mi primo Carmelo me lo confirma, que estamos a la cabeza en ese tipo de cultivos dudosos. Ahora mi primo vive en Huesca, y está pensando en vender algunos aperos de labranza. Se ha comprado un crecepelo (así lo dice él), y a lo mejor resulta que se ha enamorado .

Publicado en Heraldo de Aragón (21-4-09)

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