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Cristina Grande

AÑORANZAS

Hay una nostalgia que no está vinculada a los recuerdos, al menos a los recuerdos propios. Me refiero a la nostalgia, o quizás añoranza, de la tierra. Lo vi en la Casa de Aragón en Madrid, donde Pilar Castel, vicepresidenta de la Asociación, nos contó que ella en realidad nació en Madrid. Sus padres eran aragoneses, de Villarluengo, pero sus nietos ya poco tienen que ver con la tierra de sus ancestros. Aun así ella, madrileña universitaria y mujer de acción, habla de Aragón con un amor que sólo puede ser heredado y cultivado después con mimo. Su hija y su yerno son los encargados de mantener actualizada la página web de la Casa. El concepto de destierro, a la manera medieval, ha quedado desfasado, ya nadie sufriría hasta la muerte por eso, pero sigue habiendo pequeños destierros cotidianos. Los Aves Madrid-Zaragoza van siempre llenos y lo primero que dicen por sus móviles los viajeros es “Acabo de salir de Zaragoza”, o de Madrid, o pasando por Calatayud. Cuando estás continuamente de aquí para allá parece importante el poder ubicarse en cada momento, pero tengo la sensación de que ya no importa tanto de dónde eres, sino de dónde vienes. Recuerdo a Gaspar Cabañuz, que después de toda una vida en Buenos Aires seguía añorando su Huesca natal, donde ahora reposan sus cenizas. Debe de ser muy difícil pasarse la vida anhelando otro lugar, otra vida quizás, sin embargo observo una fortaleza excepcional en esas personas que no dejan de tener un punto de extravagancia, una cierta insubordinación a las circunstancias que les tocan. En la Casa de Aragón en Madrid hay un emparrado bajo el que sentarse a beber vino de la tierra, solo o en compañía, aunque ya haga frío.

HERALDO DE ARAGÓN (1-12-09)

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