Blogia
Cristina Grande

PEQUEÑOS PROPÓSITOS

Año tras año hago una lista mental de pequeños propósitos para el nuevo año. La lista cada vez es más corta. No es por pereza, pues si algo tiene de bueno la edad es precisamente que se va perdiendo la pereza para todos esos actos más o menos repetitivos, mecánicos y cíclicos que marcan el transcurrir del tiempo como las campanadas de un reloj. Antes no me gustaban nada las tareas de la casa, ahora, desde que soy vieja, casi las disfruto. Ya no me quejo cuando hay que hacer las camas para los invitados con tres o cuatro mantas previendo una ola de frío polar, o sacar la vajilla dorada que anda metida en una gran caja de cartón en un rincón del trastero, o extender varios manteles bordados por una de mis tías hasta encontrar uno que no tenga viejas manchas amarillentas y no arrastre por el suelo, porque esas cosas significan que hemos vivido un año más y que aún podemos dedicarnos a esas banalidades. Y luego hay que recogerlo todo, y eso todavía me gusta más, y cuento los cubiertos porque en el tráfago de la cocina suele irse alguno al cubo de la basura. Y pido a gritos que alguien me ayude a plegar la mesa y a arrastrarla por el pasillo hasta devolverla a su lugar en la recocina, donde permanecerá un año entero en estado vegetativo. A su lado, la lavadora está en marcha todo el día, como dando un ritmillo, y cuando centrifuga arroja al suelo el jamonero con jamón y todo. Mi lista de pequeños propósitos es cada vez más corta porque he aprendido que todo se limita a tener una ilusión, y la ilusión no tiene tamaño. O está vivo o estás muerto, como el jamón. Y tengo claro que las manchas del mantel no se irán nunca.

HERALDO DE ARAGÓN (29-12-09)

0 comentarios