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Cristina Grande

DA CAPO

El año hay que empezarlo trabajando, suele decir mi primo Alfredo, que no conoce la pereza y huye de los destinos exóticos en vacaciones. La primera mañana de 2016 la pasé en la cocina mientras escuchaba en la radio el concierto de Año Nuevo. En el salón la tele también retransmitía el concierto con varios segundos de retraso respecto a la radio. Así que cada vez que iba de la cocina al salón, donde la pantalla del ordenador parpadeaba como enviando señales de atención, parecía que retrocedía en el tiempo y que podía cambiar el curso de los acontecimientos. Sé que mi primo se refería a trabajar en cosas importantes, ante el caballete en su caso, o escribiendo en el mío. Por eso me di una pequeña prórroga para centrarme y, al día siguiente, terminé un cuento que tenía prometido a Marina Heredia, editora de Los libros del Gato Negro. Ya no hago propósitos de Año Nuevo más allá del día a día. No les pido a los Reyes Magos cosas que yo misma no pueda llevar a cabo. Yo solo pido un poco más de tiempo y, puestos a pedir, poder retroceder unos segundos y aplicar la prudencia y la templanza que puedan haberme faltado en los malos momentos. Y siempre hay una segunda oportunidad. El cuento no me quedó tan mal. El comienzo de año, igual que cada lunes, me gusta por la energía implícita que contiene. Es como volver al inicio de la partitura donde dice “da capo” (“desde el principio”), y poder interpretarla mejor.

HERALDO DE ARAGÓN (5-1-2016)

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