Blogia
Cristina Grande

VENTANAS

Sopla un viento feroz, no muy frío, quizás fagüeño, y las nubes corren como huyendo del ocaso. Me asomo a la ventana y disparo una foto que sale muy “birriosa”. Limpio las gafas con el borde de la camiseta y me quedo un rato mirando los ciruelos rojos que se agitan como algas bajo el mar. Ya casi nadie pasa el rato asomado a la ventana, dice mi madre mientras nos acodamos en la barandilla con el único propósito de ver pasar a la gente. También pasan coches, autobuses, muchas motos –cada día más, según sus observaciones-, y algunos turistas se detienen en la esquina de la calle Mayor para fotografiar la torre de la Magdalena. De vez en cuando cruzamos la mirada con José Mari, que vive enfrente y sale poco a la calle. Le saludamos con la mano y nos devuelve el saludo con una gran sonrisa. No nos ocultamos tras los visillos. Me viene a la cabeza la novela de Carmen Martín Gaite “Entre visillos”, que fue premio Nadal en 1957. Y su libro “Desde la ventana: Enfoque femenino de la literatura”, publicado en 1992.  En palabras de la autora, la ventana es el puente tendido entre las orillas de lo conocido y lo desconocido, es un punto de partida, una atalaya doméstica. La ventana simboliza lo fronterizo, el límite entre lo familiar y lo inexplorado. En esa frontera nos sentimos a gusto mi madre y yo. Vemos también la luna creciente colgada entre dos aleros, y las estelas rojizas de los aviones que viajan hacia el suroeste. 

HERALDO DE ARAGÓN (2-5-2017)

0 comentarios