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Cristina Grande

Pequeños Propósitos

Artículo publicado en Heraldo de Aragón (edición Huesca) el 30-12-2007

Hace justo doce meses me convencí de que los propósitos de Año Nuevo debían limitarse a cosas pequeñas que puediese cumplir sin agotarme en el intento. Desterré de mi mente la idea de dejar de fumar, la idea de dar al menos un largo paseo todos los días, de contar hasta diez antes de ponerme como una furia por cualquier tontería, y no llorar; llevar a mi sobrina a ver películas intragables para niños; trabajar con constancia en mi nuevo libro de cuentos... El día de Año Nuevo la cabeza me dolía como si tuviese dentro una tuneladora. Vi en el suelo de la recocina, junto a la lavadora, un alfiler que procedía seguramente del bajo de un pantalón señalado con alfileres antes de acortarlo. Me acordé de un alfiler que salía en una de las últimas radiografías que le hicieron a mi abuela cuando estaba hospitalizada. Parecía que estaba incrustado en el interior de su pulmón izquierdo, justo donde ella sentía un dolor intenso. La médica estaba alucinada. En la siguiente radiografía, el alfiler y el dolor habían desaparecido. Me agaché a coger el alfiler. Lo llevé a la caja de la labor. Luego rescaté una lentejuela que se había desprendido de mi vestido de Nochevieja. También la guardé en la caja de la labor con la intención de coserla en algún momento. Mi pequeño propósito, muy poco pretencioso a primera vista, me obligó a agacharme muchas veces conforme transcurrían los meses. Con cada objeto que devolvía a su lugar me parecía que algo se ordenaba dentro de mí y que mi abuela me sonreía. Poco a poco iba viendo claras algunas cosas que estaban turbias. En Junio, cuando el alfiletero estaba casi lleno, me atreví a dar un giro grande a mi vida. Creo que 2008 va a ser un gran año. ¡Feliz Año Nuevo!


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