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Cristina Grande

LOCALES VACÍOS

 

Una vez soñé que me haría empresaria. Reabriría uno de esos viejos cines que fueron desapareciendo de nuestro paisaje (el cine Coso, los Buñuel, el cine Palacio, los Goya, el Quijote, el cine Norte, El Fuenclara, el cine Salamanca...) para poner exclusivamente películas en versión original. El cine Mola lo desechaba porque una vez, viendo “El buscavidas”, el sonido era tan malo que apenas quedamos tres personas al final de la proyección. De niña odiaba a las taquilleras de los cines, me resultaban antipáticas en general aunque en mi pueblo no había más que dos cines. En mi sueño yo haría de taquillera de vez en cuando, para vengarme de aquellas cacatúas del franquismo que me daban localidades siempre esquinadas. Finalmente mi sueño se desvaneció, por suerte, como tantos otros. Durante una temporada me imaginé que sería un buen negocio abrir una parrilla argentina, con una gran barra donde comer la entraña sin demasiado protocolo, y mi hermano de socio y cocinero en los fogones. Me fijaba en los locales vacíos. Aún lo hago. Pero no valgo para los negocios, eso lo tengo claro, y que no he heredado la facultad de algunos miembros de mi familia para el mostrador. La mercería de mi difunto tío Sixto (fundada en 1956 con el nombre de San Antonio) acaba de trasladarse a otro sitio. Veo el local vacío y siento un poco de pena. Es un local pequeño, que hace chaflán y siempre fue muy luminoso. Pego la nariz al escaparate y me pregunto qué negocio podría funcionar en ese rincón de mis sueños.

HERALDO DE ARAGÓN (14-9-2009)

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