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Cristina Grande

GUANTES ROJOS

Papá Nöel me trajo unos guantes rojos de piel, idénticos a los que llevaba Isabelle Huppert en “Borrachera de poder” (Claude Chabrol, 2006). La jueza Jeanne está encargada de investar la trama de malversación de fondos de un grupo empresarial, mientras su vida personal se desmorona y el poder intenta corromperla. Los guantes de la protagonista están tan presentes en la película que estuvo a punto de titularse así, “Los guantes rojos”. Quienes me conocen un poco saben que el rojo es mi color preferido y que me parezco un poco a la actriz francesa, así que no es difícil adivinar que estoy encantada con mis nuevos guantes. No sería capaz, sin embargo, de investigar ninguna trama de corrupción. De hecho nunca he entendido qué es lo que ha pasado en España en los últimos años, ni entiendo a los políticos cuando hablan, y mucho menos entiendo el mundo de las finanzas. Las estadísticas no me las creo, directamente, quizás porque no tienen en cuenta a las grandes minorías. Y mi escepticísmo va en aumento, en lo que se refiere al tema público, aunque me niego a aceptar que sea el dinero lo que mueve el mundo. Mi empeño es seguir creyendo que en realidad es el amor lo que hace que mundo no se pare. Puede que haya muchas clases de amor, pero yo sólo reconozco una, y en ésa el dinero apenas vale nada. Chabrol dijo que los guantes rojos representaban las manos ensangrentadas de todos aquellos que tocan el poder. Me miro en el espejo, justo antes de salir de casa, y mis guantes rojos me hablan de otras cosas: de alegría de vivir, de glamour, de pasión, y también de corazones rebeldes.

Heraldo de Aragón (3-1-2011)

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