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Cristina Grande

INVENTAR

La noche de fin de año teníamos un sentimiento de triunfo agridulce, como si no fuese del todo mérito nuestro haber superado una dura prueba. Abrimos una botella de vino mientras preparábamos la cena. Parecía que no nos daría tiempo de tenerlo todo dispuesto antes de que llegasen los invitados y necesitábamos un receso. La mesa supletoria, la que se añade a la del comedor para hacerla más grande, se nos había resistido durante un buen rato, hasta que Antoine sacó la caladora y el taladro y solucionó el problema. Se nos ocurrió entonces patentar un nuevo modelo de mesa para grandes ocasiones, un modelo que no voy a describir porque el asunto de las patentes, ya sabemos, es muy peliagudo. Me acordé entonces de la fregona y de Manuel Jalón. Hace más de veinte años, yo fui secretaria por un día en Fabersanitas, donde se fabricaban jeringuillas desechables (otro gran invento). El señor Jalón se rio abiertamente cuando le dije que yo no valía para secretaria y que me autodespedía. “Nunca he tenido una secretaria que me durase tan sólo una mañana”, dijo desde su sillón de directivo, “baja a recepción y pide un taxi”. Y así lo hice. Y puede que ese día cambiase el rumbo de mi vida. Creo que para bien. Casi estoy segura de ello cuando me alejo un poco de la mesa para ver lo bonita y estable que ha quedado, y cuando me acerco a alisar el mantel para poner un par de velas que no gotean aunque estén toda la noche encendidas. Me gusta empezar el año intentando inventar algo, lo que sea.

HERALDO DE ARAGÓN (3-1-2012)

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