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Cristina Grande

AVANCE DIGITAL

       Un día sin periódicos es un día extraño. Como un apagón de los de antes. Consulto la cartelera en internet. Ya no puedo vivir sin internet. Sin mi portátil. Ya no soy capaz de escribir a mano, me cuesta una barbaridad. Poco a poco se ha ido resumiendo el callo del dedo corazón de mi mano derecha de estudiante. No soy, sin embargo, de las que bajan películas ni música en el ordenador, quizás es que siempre he estado un poco desfasada dentro del mundo de la tecnología. En una de aquellas cintas de noventa minutos grabé hace más de treinta años una cena navideña. Me sentía orgullosa dándole a las duras teclas del primer magnetofón que hubo en mi casa (un Hitachi comprado en Canarias). Teníamos entonces un tomavistas que nadie sabía hacer funcionar. Mi padre lo había intentado varias veces y se había puesto de muy mal humor. También recuerdo que pasé días intentando averiguar cómo se ponía el despertador de dígitos rojos traído posiblemente de Andorra. Hay gente que vale para esas cosas, o para inventar maquinetas alucinantes sin las que el mundo se paralizaría. El IX Congreso de Periodismo Digital va tratar de la importancia de la imagen en la red, los youtubicos y esas cosas. Imágenes en movimiento, ad infinitum. Guardo como una reliquia mi primer teléfono móvil (mi zapatófono), que hacía reír a los avanzados en nuevas tecnologías cuando me resistía a cambiarlo por un modelo con cámara y más pequeño. La era digital es un milagro, un gran misterio para mi cerebro analógico. Siento una extraña alegría viendo la pagineta web de Mariano Gistaín: ajenas a la mirada del pionero, siete monjas capuchinas de Barbastro se concentran en sus misales y en sus rezos.

Publicado en Heraldo de Aragón (Huesca, 23-3-2008) 

 

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