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Cristina Grande

RECUERDO (CREO)

   Vivíamos cerca de la plaza de San Miguel en el invierno de 1985. Solía apearme del 40 junto a una carnicería equina, donde ahora hay una tienda de telefonía. Tenía un bonito cartel de madera en la fachada, creo recordar, con una cabeza de caballo pintada de perfil. Siempre me quedaba mirando al interior y siempre la veía vacía, como nuestra nevera. Los domingos no había tiendas abiertas, sólo el asador de pollos de la plaza de San Miguel. Hacía muchísimo calor allí adentro. Las esperas habrían sido más llevaderas de haber sabido que en esa casa, quizá justo sobre nuestras cabezas, había vivido Goya entre 1768 y 1769. Pero eso lo descubriría José Luis Ona unos años más tarde, cuando ya nos habíamos mudado al barrio de la Magdalena. Y descubrió otras casas del joven Goya en el Coso Bajo (números 128 y 132), y en la plaza de San Pedro Nolasco. La casa de Goya en Burdeos estaba cerrada cuando fuimos a visitarla. Tampoco vi a mis parientes bordeleses aquel calurosísimo día de julio de 2003. La carnicería equina desapareció hace tiempo. Me dio un poco de pena, creo recordar, aunque nunca llegué a entrar en ella. Estaba justo frente a la casa de balcones vencidos en la que vivió Goya. La única de sus casas zaragozanas que sigue en pie. Apuntalada y con goteras, pero sigue en pie. Tiene dos balcones por planta, visiblemente inclinados todos ellos hacia un eje imaginario que partiría en dos la casa. En la planta baja, los pollos dan vueltas y vueltas, y nunca terminan de asarse. Ya no hace tanto calor allí adentro. Junto a la puerta del asador hay una discreta placa de metacrilato que recuerda a Goya, y que a mí, no sé por qué, me habla de las extrañas conexiones de la memoria.

Heraldo de Aragón (febrero, 2008)

1 comentario

duenda. -

Me alegra leerte. Ojalá tenga oportunidad de darte las gracias personalmente dentro de muy poco.

Un beso azul.
No sé cómo se dice en ruso.
d.