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Cristina Grande

FLORES

Hace tan solo unos días, un dibujo de Joaquina Zamora se pudo adquirir en un subasta madrileña por la cantidad de 80 euros. Se trataba de unas flores y la obra fue comprada por un coleccionista aragonés de Luesia que en otra ocasión se hizo con otras flores, muy bellas, de la también aragonesa Mª Luisa de la Riva. Era difícil en tiempos pasados, y lo sigue siendo (un poco menos), ser artista y ser mujer, aunque muchas de ellas se vieran abocadas a pintar flores y bodegones que, personalmente, me suelen fascinar y cada vez aprecio más. Las que conseguían afianzar su carrera y no cejar en el empeño de seguir cultivando su arte, desarrollaban con los años un carácter al menos poco convencional. Es lógico. La mayoría de los artistas, además, por el hecho de serlo, suelen tener poco conocimiento de la realidad más inmediata, más vulgar. Que Joaquina Zamora hiciese mal sus cálculos para la que sería su fundación, me parece normal. Y hasta casi me parece normal que Pilar Burges, de la que conocemos algunas de sus peculiaridades, se mostrara tan exigente en su testamento. El legado de estas pintoras, además de su obra, que a todos nos gustaría poder contemplar en un espacio apropiado, será la idea de que el arte está por encima de muchas cosas, esas cosas que al final estorban al artista, le lastran y le amargan la existencia. El pintor Cabañuz de Portugal fue al funeral de Pilar Burges. No la conoció en vida, pero la admiraba y había comprado, también en una subasta, un paisaje con árboles pintado por ella en 1975. Veo ese paisaje, oscuro e inquietante, y pienso que quedaría muy bien junto a las flores de Joaquina Zamora.

Heraldo de Aragón (8-12-09)

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