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Cristina Grande

ETERNIDAD

Un día te sonríe un poco la suerte y te ves con un dinerillo que no esperabas. Por fin te puedes permitir alguna bagatela que rondaba por tu cabeza. Te compras un par de pijamas de hombre de los de antes, de tela, con solapas tipo esmoquin y bolsillos grandes que solo encuentras en una vieja mercería del centro cuyo propietario, que te conoce de toda la vida, rebusca en un altillo polvoriento porque sabe que eres de ideas fijas y que no te irás sin lo que buscas; te parece importante vestir adecuadamente a la hora de ir a dormir. Y si no puedes dormir te paseas par la casa de forma digna, mejor que con una vieja camiseta heredada, y ves menos negro el futuro. Al día siguiente puedes ver sin apenas aglomeraciones la exposición de las momias en Caixaforum. Te asombra la obsesión de los egipcios por la eternidad, el inmenso esfuerzo que hicieron buscando el secreto de la vida eterna. De momento casi te parece una obsesión pueril, como tus obsesiones, pero al final reconoces que los egipcios de entonces consiguieron lo que buscaban: que miles de años después sepamos sus nombres y hasta conozcamos sus caras. Los muertos han sobrevivido de alguna forma. Te quedas embobada con los vasos canópicos para las vísceras, con los fetiches y hermosos amuletos (algunos se podrían copiar para sorpresas del roscón de Reyes), con la perfección de los vendajes, y con la imagen de Ramsés II, cuyo perfil muestra el rostro de un anciano simpático que parece reírse sin temor para toda la eternidad. 

HERALDO DE ARAGÓN (11-11-2014)

 

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