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Cristina Grande

QUITAR HIERRO

 

Me paro al borde de la acera. Estornudo. Ni que decir tiene que es un estornudo discreto, dirigido hacia las rayas blancas, recién pintadas, de un paso de peatones en el Coso Bajo. Entonces, una sexagenaria estupenda da dos pasos laterales para apartarse de mi lado. Su gesto de horror me recuerda al de Mia Farrow en “La semilla del diablo”, sólo que no se parece en nada a la diva. Me acuerdo de que en Londres una de esas personas hiper preocupadas por la salud me increpó porque, al parecer, no se podía fumar en un radio de no sé cuántos metros alrededor de un poste de parada de autobús. No puedo reprimir un segundo estornudo, pequeñito. Confieso que me da la risa cuando la mujer sale en estampida y está a punto de ser atropellada por un cachalote que navegaba tranquilamente Coso abajo. Me viene a la cabeza la última película de Woody Allen. No es difícil volverse misántropo con la edad, lo complicado es mantener y seguir cultivando el sentido del humor, aun cuando tengas una visión global del mundo bastante sombría. A mí el humor, a diferencia del mal genio, me va menguando con los años. Por eso agradezco una película, o cualquier otra cosa, que me haga reír, quitar hierro al asunto. De madrugada me despierta un fuerte dolor de cabeza y me duele la garganta. El termómetro no miente. Casi agradezco que el malestar físico me impida pensar en otras cosas. En la farmacia coincido comprando couldinas con mi primo Joseán, que es de mi edad, cascarrabias como yo (nos viene de familia), y fan absoluto de Woody Allen. Durante un rato hablamos de “Si la cosa funciona” y nos olvidamos de los catarros, las gripes y demás futilidades.

 

HERALDO DE ARAGÓN (21-10-09)

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