ESTRIBILLOS
“Cada uno es lo que es, y alguien tiene que serlo”, dice el malvado y sanguinario Reynald en “El reino de los cielos”. Hay frases (de películas, de canciones, del idiolecto familiar) que forman parte de nuestra banda sonora íntima. A veces, esas frases acuden como el estribillo machacón de una música “ratonil”, que diría mi madre, y esos estribillos, por otro lado, son intransferibles a otras personas, aunque algunas notas se transmiten de generación en generación. “Manos blancas no ofenden” solía decir mi abuela, sin que nunca me llegase a enterar del verdadero significado de esas palabras, cuya sonoridad sin embargo era música para mí. “Cuando tú me das tu amor una estufita es mi corazón”, dice una canción que aprendí de niña y nadie de mi entorno recuerda. Me vino a la cabeza una tarde de lunes o miércoles, junto al teatro romano, de la maneta de mi sobrina, por la calle Verónica, después de haber cantado “Es una lata el trabajar, todos los días te tienes que levantar” (que quizás no es el mejor lema para la educación de un niño). Volví a ver la película de Ridley Scott por una apuesta con alguien que tiene mejor memoria que yo y que me atribuye una capacidad fabuladora de la que dudo. Me empeñaba en citar, desde que vi la película por primera vez en el cine Palafox, una frase que el arzobispo dice a Balian (Orlando Bloom) en la defensa de Jerusalem, y que yo recordaba así: “¿Creéis que por nombrarlos caballeros lucharán mejor?”. Se acercaba el momento de la verdad, lo veía venir, y de repente el arzobispo cambió mi frase, simplificándola tanto que la despojaba de la grandeza que yo entendía como la clave de la historia. No puedo reproducir las palabras exactas del arzobispo porque no son ésas las de mi estribillo particular, pero aun así, creo que gané la apuesta.
Publicado en Heraldo de Aragón (11-5-09)
1 comentario
Jorge -
Gracias por compartir tus "afinadísimas" reflexiones.
Un abrazo, Jorge