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Cristina Grande

PEPITAS

La jornada de reflexión me la pasé en la cama. No es que estuviera enferma, quiero decir realmente enferma, ni que tuviera que reflexionar sobre mi voto. No tenía ningunas ganas de votar y sabía de antemano que acabaría yendo a la urna para prevenir un posterior ataque de mala conciencia. Sólo quería descansar. Estuve horas leyendo con una almohada doblada bajo la nuca. Dormitaba a ratos, con las gafas puestas y la luz del flexo sobre la cara, mientras oía por el pasillo las muletas de mi madre y la voz melodiosa de mi sobrina. Ambas respetaban mi encerramiento. No comí más que dos mandarinas en todo el día. La primera estaba muy buena y la segunda llena de pepitas, cosa que me puso de mal humor durante unos minutos, pues esa segunda ya me había ofrecido dudas nada más verla. Últimamente he descuidado, por recelos pragmáticos, lo que antes consideraba una inestimable intuición. Pero es que hay que ser valiente para aceptar que lo razonable no siempre es lo correcto, y que se puede ser cursi para llegar, como Susana Tamaro, donde el corazón te lleve. Me comí la segunda mandarina como un autoescarmiento y vi en las pepitas los problemas cotidianos que nublan el dulce sol de noviembre. El Zaragoza perdía 3-0 nada más encender la radio, que apagué inmediatamente pensando aún en las pepitas, y en la pena de mis amigos Melero, Pisón, Pérez y Notivol. Ya de madrugada se oían por la calle las risotadas de un grupo de cafres que seguramente eran del BarÇa. Desdoblé la almohada antes de apagar la luz.

HERALDO DE ARAGÓN (23-11-2011)

2 comentarios

Annakarin -

Gracias por tu lindo blog!
Te escribo de una editorial sueca que está interesada en tus libros. Por favor contáctenos. Muchos saludos.
www.astorforlag.se

Elías Moro -

Hoy, que es un día triste para mí, te leo y me consuelo.
Mi disfrute particular de este domingo de niviembre.

Un beso.