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Cristina Grande

GIRASOLES VIEJOS

Lo viejo vende más que nunca, dice un típico artículo de suplemento dominical. Se refiere a prendas usadas que puedes encontrar en tiendas de segunda mano. Soy asidua de ese tipo de comercio y suelo comprar ropa que aún conserva cierto perfume. Imagino a quién podría haber pertenecido un vestido de verano con estampado de girasoles que cuelga en una percha de mi armario desde hace unos días. Casi con toda seguridad no lo llegaré a estrenar. Me está demasiado justo y es demasiado corto. Se lo dije a la encantadora mujer que me lo vendió, en una tienda en la que me gusta curiosear. Lo compré de todos modos porque nada más ver la tela retrocedí unos cincuenta años en el tiempo. Mi madre nos mandó hacer, a mi hermana y a mí, vestidos de verano iguales al que ella llevaba. Por entonces se acababa de estrenar la película de Vittorio de Sica con Sophia Loren y Marcello Mastroianni. Esa película, “Los girasoles”, trataba en realidad de la nostalgia de lo que no existió. Para mí esos girasoles son el anti big bang, una especie de tregua a la agotadora expansión del universo. Quiero decir que, más que nostalgia, siento que hay ciertos objetos que tienen la capacidad de detener, o al menos contener, la avalancha del tiempo. Los estampados florales me gustan de toda la vida. Mi nuevo vestido de girasoles viejos está solo un poco rozado.

HERALDO DE ARAGÓN (4-7-17)

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