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Cristina Grande

MARAVILLOSA BANALIDAD

“Lo que da trascendencia al arte es la maravillosa banalidad de lo cotidiano”, dice Nélida Piñón cuando la entrevistan por su libro “La épica del corazón”. Solo por esa frase presiento que tendré que leer a la autora brasileña. Esa maravillosa banalidad viene a casa en forma de tarros de mermelada. Mi amiga Rosa Garza hace mermelada de albaricoques de su pueblo, también de manzanas reinetas, de peras de don guindo y de ciruelas claudias. Pongo los tarros alineados sobre la encimera de la cocina y los observo como si fuesen obras de arte. Sé que esa mermelada contiene algo más que frutas, azúcar y mucho amor. Para no caer en la cursilería más estrepitosa citaré de nuevo a Nélida Piñón: “Las pequeñas cosas, aunque la gente no se dé cuenta, son de una esencialidad trascendente”. Su voz es potente, muy potente, tratándose de una mujer de más de ochenta años. Cada otoño, Rosa Garza nos regala sus mermeladas y melocotones en almíbar. Yo le voy guardando los tarros vacíos para la próxima campaña. De varios tamaños. Algunos conservan las etiquetas rotuladas a mano con el año de producción. Y es como si fuéramos datando nuestra amistad. Es domingo. Ya es la hora del aperitivo y nos preparamos un negroni con vermú de Morata de Jalón. El sol de noviembre, el más dulce del año, entra hasta el fondo de la cocina con mucho atrevimiento. Tengo los cristales hechos una guarrería, pero no comento nada porque llevamos un rato calladas. “Lo cotidiano es lo que sustenta lo heroico”, sentencia la brasileña. 

HERALDO DE ARAGÓN (21-11-2017)

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