SAN JOSÉ
San José ya no se celebra como antes. En mi mente, sin embargo, el 19 de marzo sigue siendo festivo. Cuando consigamos viajar al pasado volveré a una de aquellas comidas en que celebrábamos el santo de mi padre y de mi hermano. Mi abuelo también se llamaba José, pero tengo pocos recuerdos de él. Si pudiera volver al pasado, haría lo imposible por mantener iluminados los instantes de felicidad que vislumbro entre la niebla de lo que fui. Mi padre no llegó a viejo. A veces intento imaginarlo con ochenta años. Me pregunto si seguiría vistiendo traje y corbata, o habría adoptado como uniforme el pantalón vaquero que tanto detestaba. No sé si conservaría todo su pelo que, de ser así, sería blanco pues tenía bastantes canas ya de joven. Si no hubiera muerto prematuramente, yo habría seguido pareciéndome a él. Pero los muertos son descuidados y van a lo suyo. Durante bastante tiempo estuve enfadada con él por haber muerto, por haberse ido a la francesa, sin avisar. En el fondo de mi corazón, sigo enfadada, ya no con él ni con nadie en particular, y quizá contrariada más que enfadada. Su hueco no lo podía llenar nadie. Sus gestos casi los he olvidado. Mi madre lo quiso mucho, pero no me habla bien de él, y eso me duele. A veces echo en falta a alguien que honre su recuerdo, que mencione su generosidad, su sonrisa un poco triste, su forma de silbar o de imitar la sirena de los barcos entre la niebla. Si pudiera volver al pasado, me aseguraría de que ningún disgusto rompiera su corazón.
HERALDO DE ARAGÓN (19-3-2019)
1 comentario
Javier Cerced -
Sólo lo nuestro nos importa realmente.
Sigo leyéndote, mujer pálida de labios rojos.