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Cristina Grande

QUEHACERES

Amanece muy temprano. Los vencejos, que viven prácticamente en el aire, animan con su algarabía a empezar la mañana con gran laboriosidad. Es época de ordenar y renovar armarios. La vieja lavadora, que lleva más de veinte años funcionando, que sólo iba a tirar una temporadita y salió tan barata, centrifuga por cuarta vez con la alegría de siempre. La edad no es excusa para hacer payasadas indignas como las abuelas de Rusia en Eurovisión. Las cuerdas del tendedero se comban por el peso de jerséis gordos y batones de invierno, más la manteta de viaje que en realidad nunca sale de casa y ronda por los sofás sesteros en el cuarto de la televisión, bufandas que llegan hasta el vecino de abajo, y de paso zapatillas de felpa y prendas sin ninguna utilidad que nadie se atreve a tirar. Por el suelo de la recocina circula una hilera de diminutas hormigas afanadas en sus propios quehaceres. A saber de dónde vienen y adónde van. Es época de romerías. En algún armario hubo una vez un traje de faralaes. El cielo está muy azul y corre una ligera brisa. La vecina del segundo tiende las cortinas dobladas para no estorbar ni hurtar la luz a los de abajo. Un halcón peregrino, quizás el que vive en una de las torres del Pilar, sobrevuela el Seminario de San Carlos, donde anidan los vencejos, en busca de alguna pieza que decapitar y ofrecer a la novia en el cortejo nupcial. Es época de bodas también. ¿Dónde estará el vestido de novia de la abuela? Todavía no son las ocho y queda un largo día por delante.

HERALDO DE ARAGÓN (26-5-2012)

1 comentario

Elías -

Espléndido como siempre, Cristina.
Lo único es que siempre me uqedo con ganas de más.

Un beso.