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Cristina Grande

IKEBANA

Mayo es el mes de las flores. Cuando era niña hacíamos una especie de procesión por el patio del colegio para depositar ante una imagen de la Virgen pequeños ramos improvisados con flores silvestres. No había dos ramos iguales, como no hay dos caligrafías iguales. El arte floral japonés, llamado Ikebana, procede de las ofrendas florales a Buda y se remonta al siglo VII. Se basa en un triángulo escaleno cuyos vértices representan el cielo, la tierra y el hombre. Se podría decir que es poesía visual y está por tanto emparentado con los haikus, que sólo tienen tres versos. De un centro de flores enorme que me llegó por mi cumpleaños he hecho tres ramos muy distintos. No me acababa de gustar la mezcla abigarrada de gerberas, rosas, lirios, dalias imperiales, statis, y grandes hojas verdes que producía un poco de desasosiego y ocupaba demasiado espacio. Así que separé las rosas, de color rosa pálido, y las puse en una cafetera antigua de porcelana blanca. En un cantarico dispuse por otro lado las flores blancas con un poco de statis amarillo. Y finalmente todo lo fucsia y morado fue a un jarrón de cristal que ahora adorna un rincón de la cocina. Pasé un rato muy agradable mientras hacía los ramos. Me alejaba un poco para ver el efecto y luego me acercaba para hacer un retoque aquí o allá, y al final me sentí muy satisfecha de mi obra, como si hubiese escrito un poema. Sería bonito aprender un poco más sobre el arte floral, pensé, ya que la poesía nunca se me ha dado bien. El espíritu siempre agradece la armonía.

HERALDO DE ARAGÓN (14-5-2013)

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