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Cristina Grande

UNA ESTRELLA FUGAZ

Pasaron las Perseidas. No las vi. Pensaba en ellas con cierto pesar unos días más tarde. Estábamos en Soria y me había zampado un torrezno suculento y pecaminoso antes de ir a dormir. El torrezno brincaba en mi interior como un saltimbanqui enloquecido y me produjo terribles pesadillas. Perdía por completo la visión del ojo derecho y desperté angustiada. Abrí la ventana de la habitación, que daba a un amplio patio de manzana oscuro como boca de lobo. Alcé la vista al cielo. El fresco aire soriano me sentaba bien y estuve un rato así, contemplando el firmamento por si alguna Perseida rezagada tenía a bien pasar en ese momento. Y así fue, la vi en seguida, de sur a norte, o de norte a sur, quién sabe. A la mañana siguiente, paseando por el centro de Soria, era constante la presencia de Leonor Izquierdo dondequiera que nos llevaran nuestros pasos: la iglesia en la que se casaron el poeta y la niña de quince años–los abuchearon a la salida de la ceremonia-; la pensión donde se conocieron; el cementerio en el que está enterrada. Y unas horas más tarde, ya de regreso hacia Aragón, paramos en Almenar atraídos por un bonito castillo que se veía desde la carretera. Me quedé boquiabierta al ver en la fachada del castillo una placa que decía: “Aquí nació Leonor, esposa breve y musa permanente de Antonio Machado”. Pasó una estrella fugaz y las golondrinas regresan ya a sus cuarteles de invierno en África.

HERALDO DE ARAGÓN (18-8-2015)

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